o venía por el pasillo a mi despacho con el tratamiento en mi mente reteniéndolo hasta poderlo escribir en el ordenador delante del sol del mediodía. Te ví sentada delante de la puerta en la que yo estaba a punto de entrar, estabas sentada con la mirada perdida, fija en un punto lejano para todos nosotros con tu torso inclinado hacia delante sobre tu trípode, respirando de manera intensa en el vaivén de tu pecho de hojaldre. En un principio asumí que todo era igual que siempre, pero luego sentí el aguijón de la prudencia que me acercó donde tu estabas arrancándome de la inercia que traía y llegué a tí, me agaché, te miré, dije tu nombre, y nos encontramos frente a frente en nuestras miradas. Seguí mirándote mientras buscaba el pálpito de tu muneca, lo sentí rítmico, intenso, amplio, perfecto y tú estabas tibia, igual que tu corazón auscultado bajo tu camisa blanca, no hay fiebre. Y TU, sí "TU", estabas presente, mucho más presente que lo que me engañaban tus ojos perdidos ahora vueltos a mi. De pronto soltaste de tu garganta un -"BUH!!" y se abrieron más tus ojos para alcanzarme y no soltarme, y tus labios se abrieron en una risa sin dueño... y yo realmente me asusté! y me dejé atrapar y también reí, reímos mucho juntas en ese lugar que me regalaste y ahora guardo para siempre en mí. No me quería ir, tenía miedo de perderte denuevo en tu lejanía, me alejé despacio sosteniendo tu sonrisa y nuestra mirada. Ahora estamos juntas todavía en ese lugar cada vez que paso ante tí y sólo tu y yo sonreímos, es nuestro secreto y creo que el único que ahora recuerdas, refrescado por la puerta del despacho donde todas las mañanas te sientas, lejana, para rescatar de este mar de la vida al náufrago que ose dejarse salvar su día en tu mirada. Gracias a tí, estés donde estés.
.
Keine Kommentare:
Kommentar veröffentlichen